viernes, 3 de octubre de 2008

Para que luzca el sol


Y qué me vas a contar tú a mí, ¡Alma de cántaro!: Nada que tú ya no sepas.
Sí, lo sé , nunca se me dieron bien los pronombres tónicos, ni los amores fónicos. Poco diálogo para una persona que disfruta abusando de tildes en sus textos, ¿textos? ahora llaman así a un puñado de letras juntas; por qué esa cochina costumbre de juntarlo todo, está mejor separado. Y quien diga lo contrario es que todavía no le duele el latir, porque yo al menos ya no sé como hacerlo callar, cómo hacerte rabiar. Mentiría si dijera que ya olvidé tu olor, aplaudo porque ya no abrazo a la almohada en tu honor.
Alguien cantó una vez que: ''de nada nunca hay restos'', y de esa filosofía deberíamos intentar alimentarnos, pero es demasiado hipócrita querer vivir un sueño que ni siquiera sientes. Tranquilidad, porque ya no tengo nada más que decir, fonemas y monemas se unen para despedirme cada amanecer. Sabéis que mi dieta es frustración sódica, y que mi pequeño centro de luces llamado Lucidez, cerebro, juicio, sentido común, etcétera... (pocas luces, pero todas encendidas) todavía no sabe lo que significa, ni lo quiere saber. La ignorancia será hoy mi compañera de viaje, mañana, la echaré de mi vida, a eso que llamo vida, a lo que ya me he acostumbrado a llamar, o en su defecto, a odiar.
Ya que, querer, es de valientes... Para el resto, siempre tendremos algo que dramatizar.

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