sábado, 28 de febrero de 2009

Hoy, mañana, siempre.

¿Necesitas un poco de inspiración? Toma, te regalo una servilleta, una hoja a rayas, de libreta, si quieres también puedes utilizar alguna hoja en blanco, de algún libro que todavía no hallas leído. Toma, te presto un serventesio, pero ten cuidado con lo que escribes en él. Mejor una lira, que tienes demasiada ira. Y sí, eso ha sido una rima fácil donde las halla, pero toma, lo arreglo regalándote una décima o espinela, como quieras llamarle, los mismos versos son. La misma mierda también. Y quizá, quién sabe, hoy me halla planteado darle cuerda al corazón, que ya esta demasiado atrasado, y eso es malo, muy malo. Igual de malo que las mañanas con demasiada lluvía, y demasiadas pocas ganas de que llueva.





domingo, 22 de febrero de 2009

Escribo. Luego existo.


Me es indiferente Juana que su hermana, pero no me es indiferente que mi café tarde tanto en hacerse, que las tardes de domingo sean suicidios pasajeros y que nunca me de tiempo acabar de leer el periódico del día. Y es que me pesan tanto las horas aquí, que ya no sé si emigrar a allá. Que cada instante que pasa en este sórdido caos no es más que un sarpullido insignificante sobre la piel de esta sociedad, para la cual los días pasan, y pasan, y pasan, y mis redundancias quedan en nada. Como la mayoría de cosas que no tienen importancia, ya sea que los monjes budistas del Tibet no puedan celebrar su año nuevo en boikot a la represión del imperio Chino, o las noticias casuales e intranscendentes sobre la violencia de género, y qué decir de la banal importancia que tienen todos esos muertos con pasaje africano que donan sus vidas a la mar por vivir como nosotros. Pero bueno, esto son cosas sin importancia, ya que como me he decido a pensar al fín: las tragedias sociales se merecen el nombre de tragedia cuando tienen un precio.

Ahora sí, me es indiferente que precio ponerle a mis ideas, soy la única consumidora de las mismas. Seguiré sirviéndome de ironía para que este mundo no me sepa tan amargo, por la misma razón por la que seguiré tomando azúcar con café.