miércoles, 14 de julio de 2010

El Titanic que nunca se hundió

Hago esquemas con susurros y estudio el día a día, aunque llevo floja a mi memoria.
Debería esforzarme en olvidarte, pero prefiero dejarme la piel en escribir.
Es más sano y más fiable.
De entre los quizás me quedo con un tampoco, que debiera ser un nunca, pero es que ya estoy harta de jugar con los adverbios. Y de cambiar adjetivos por insultos.
Que vienen a ser lo mismo.
La misma mierda son.
¡Y mira tú por donde!
(Por no decir cuando yo miro)
se me aparece, leo, un poema casi anónimo que describe a la perfección lo que pienso, o he pensado, alguna vez (esta vez), de ti y de mi.
''A veces la rabia
nos hace tan débiles...''
Y tan pequeños (añado yo) que cada segundo que pasa confío en creer, un poco más, que jamás volverán nuestras vidas a cruzarse.
Al menos no en este paso de cebra.
Así es de perra la vida, que vivo acostumbrada a lavarme las culpas y tender recuerdos.
Así de fácil, cobarde y bonito.
Sin valorar el presente y mintiendo al ahora, ahora. (y no me he equivocado, estás leyendo bien)
Hasta cuando estornudo estoy mintiendo.
Eso me pasa por aprender demasiado joven aquel refrán que dice: ''no te fíes ni de tu padre'', y tardar demasiado en ponerlo en práctica.
(Un poco de humildad no me vendría mal)
Pero no me preocupo, poco a poco voy aprendiendo a pedir perdón, y cigarros a desconocidos,
sin importarme la respuesta.
(En ambos casos)
Pequeños pasos, que no te sirven para avanzar.
Y una vez más, rozando la madrugada con la punta del zapato y matando al reloj con la mirada, me quedo sin palabras en este abismo de celulosa en el que me ahogo.
(Sin esperar a que Di Caprio muera por mí)
Al cabo y al fin, yo no estoy enamorada.

1 comentario:

Aponia dijo...

Me encanta la forma que tienes de expresarte. ;) Un saludo.